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martes, 25 de diciembre de 2018

LA FIEBRE DEL CAUCHO EN LA AMAZONÍA PERUANA

Un producto de exportación que creó una gran expectativa y tuvo una extraordinaria bonanza, pero que dejó poco para la economía regional y nacional fue el caucho de la Amazonía. La demanda por este producto estaba asociada a la fabricación de llantas para los automóviles, un medio de transporte que empezaba a generalizarse en los países desarrollados. Los inicios de sus explotación se remontan a los años finales de la Guerra con Chile y su auge se vivió a comienzos del siglo XX, hasta 1912, aproximadamente. El sistema de explotación era en realidad la extracción de un producto natural que era transportado por los ríos de la Amazonía hasta la ciudad de Iquitos, desde donde el caucho era embarcado directamente a Europa.

Aunque es difícil cuantificar las exportaciones por la gran cantidad de contrabando, al parecer hacia 1910 el caucho llegó a representar el 30 % del total de las exportaciones peruanas. Luego desapareció casi por completo, cuando intereses británicos encontraron más rentables y seguras las fuentes de goma que provenían de las plantaciones instaladas en sus colonias de la India y Ceilán. 


El del caucho fue un sistema de explotación salvaje, primitivo y silvestre, que depredaba recursos y expoliaba a los nativos y a los serranos enganchados que eran llevados a trabajar a la Amazonía. Los trabajadores eran sometidos a un sistema de virtual esclavitud y se limitaban a recoger el caucho de los árboles en condiciones de total aislamiento. Como entre los nativos de la región no se había desarrollado una sensibilidad por el salario, los empresarios caucheros recurrieron a "incentivos negativos" para estimular el trabajo, como el castigo físico, la extorsión y el secuestro. Se hicieron famosas las "correrías" (expediciones de reconocimiento y recolección de caucho), donde los caucheros entraban a la selva liquidando a poblaciones nativas. Estos abusos y las difíciles condiciones para transportar el caucho generaron una serie de denuncias que alcanzaron una resonancia internacional.



Los empresarios del caucho eran una suerte de exploradores, como Carlos Fermín Fitzcarrald, de Ancash, quien dominó la región del río Ucayali; y Julio César Arana, de San Martín, quien creó un imperio casi personal en la región del río Putumayo. Estos y otros empresarios y comerciantes ubicados en Iquitos hicieron  de la noche a la mañana grandes fortunas que se consumieron en artículos de lujo traídos de Europa y del Brasil a precios astronómicos. Iquitos, puerto fluvial del departamento de Loreto y conectado a Manaos por el río Amazonas, vivió sus años de apogeo. De haber sido un pequeño poblado con funciones de exploración y control de frontera, pasó a contar con unos veinte mil habitantes. En 1897 fue convertido en la capital departamental, desplazando a Moyobamba.


La riqueza del caucho llevó a su clase empresarial a pretender separarse de la República peruana en rebeliones que debieron ser sofocadas con el ofrecimiento de privilegios fiscales y con tropas que tras una penosa travesía por dos océanos llegaban al escenario de conflicto con más de un año de retraso. Algunos años después, en 1921, cuando ya habían pasado los años del auge del caucho, apareció otro intento separatista, dirigido por el capitán Guillermo Cervantes, quien apresó a las autoridades civiles, instaló un gobierno provisional en Iquitos y llegó a emitir billetes que circularon en la región. Este intento también fue sofocado desde Lima.
Capitán Guilermo Cervantes

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